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jueves, 23 de julio de 2015

En directo





Estoy sentado al borde de un precipicio con las piernas colgando sobre el vacío. Desde cierta distancia y utilizando un megáfono, el imbécil del sheriff intenta convencerme de que permita acercarse a los de emergencias para acompañarme a casa. Esos patanes ignoran que mi actual grado de demencia no contempla el suicidio. Y tampoco lo saben los de las televisiones. Solo espero que, detrás de la pantalla, Linda reconsidere mi invitación al baile del instituto.

domingo, 14 de junio de 2015

TAC TAC TAC



Suicide (Shalax - Australia)  http://shalax.deviantart.com/



TAC TAC

El joven apostado en el extremo de un viejo puente peatonal pulsa ese artilugio que permite contar las personas que pasan.

TAC TAC TAC

Mientras ejecuta esa tarea piensa en los días que faltan para cobrar el sueldo de mierda por el que le han contratado.

TAC

Dos horas por la mañana y tres por la tarde, de lunes a viernes.

TAC TAC

Los sábados y los domingos multiplica por dos su horario. A la empresa le interesa especialmente la información de esos días.

TAC TAC TAC TAC

De repente, no lejos de él, ve a una chica encaramarse al pretil y quedar de pie sobre el mismo.

TAC TAC

Se mete el cuenta-personas en el bolsillo y se dirige hacia la muchacha. Le dice que baje o arruinará su conteo, el que lleva semanas realizando. La chica le contesta que se va a tirar al río porque un hijo de puta la ha dejado embarazada. Y qué más da, responde él, nadie merece morir por culpa de un hijo de puta; baja y te invito a un refresco. Pero ella rechaza la invitación, dice que está decidida, que su vida no vale un pimiento. Joder, piensa él, se quiere suicidar y utiliza la expresión “un pimiento”, no lo entiende, no le cuadra. Tu vida vale mucho más que un pimiento, que un campo de pimientos, que un gran país lleno de camiones hasta los topes de pimientos, incluso que un planeta repleto de latifundios dedicados a la explotación del pimiento, baja de ahí, hazme caso.

La gente, curiosa, se va apiñando alrededor de la escena pero mantiene cierta distancia respecto a la aspirante a suicida y a su interlocutor. A lo lejos se oye una sirena.

Si se lo digo a mis padres me matarán, insiste la niña. Nadie te matará, te lo aseguro. Baja, te ayudaré a arreglar las cosas. ¿Y cómo? ¿Quién te crees tú que eres? ¿Qué interés tienes en mi vida? ¿Crees que seguiré siendo el mismo después de hablar con alguien que se ha suicidado? ¿De veras puedes creerlo? ¿Piensas que ese niño que te mira desde el puente de enfrente seguirá siendo el mismo después de ver cómo una muchacha ha acabado con su vida? ¿Crees que tu familia y tus amigos no te echarán de menos? ¿Que tu muerte no dañará a nadie? ¿Vas a causar toda esa infelicidad por culpa de un maldito hijo de puta?

La chica se agacha hasta quedar sentada sobre el pretil. El chaval se sienta junto a ella.

¿Sabes que eres muy guapa? ¿Sabes que eres muy listo?

Le toma una mano y, mientras brotan lágrimas de sus preciosos ojos verdes, comienza a escucharse como música de fondo un interminable TAC TAC TAC TAC TAC...


domingo, 15 de febrero de 2015

Amor en colores



Soulful - Derek Jones (Reino Unido)  http://derekjones.deviantart.com/


Había escrito cien veces “te quiero” con espráis rojo, amarillo y verde en una gran tapia frente a su ventana, tras cuyo cristal la veía instalada cada tarde cuando regresaba de la universidad. Sin haber cruzado una palabra, fueron aquellos bellos ojos de invidente los que le enamoraron.


martes, 28 de enero de 2014

Siempre hay otra oportunidad



Imaginas. Imaginas que vas caminando por la ciudad. Por tu ciudad. De repente sientes un mareo. Estás junto a la puerta de una iglesia. Decides entrar y sentarte un rato, a ver si se te pasa. Hay mucha gente. Se va a celebrar una boda. Y allí, al pie del altar, junto a un atleta metrosexual, Lola, la chica de tu vida vestida de blanco. Esa novia que te dejó hace meses a consecuencia de una nimia discusión, esa mujer a la que nunca dejaste de adorar. Tu corazón se acelera. En el último banco comienzas a llorar, primero en silencio, luego ruidosamente. No puedes contener el llanto. Todos te miran. Lola se vuelve y te reconoce. Se queda inmóvil y, a pesar de la distancia, divisas una triste sonrisa y varias lágrimas deslizándose por su mejilla. Luego ves cómo corre hacia ti, te toma del brazo y salís juntos del templo hacia cualquier parte, como en la escena final de “El graduado”.

Despiertas. Despiertas sobre tu propio vómito, tirado en un callejón. Al lado de un contenedor de basura. Tu vientre brama de dolor, sangras por la boca. No sin dificultad, empiezas a recordar. Lola te acaba de dejar por una tontería y te has puesto hasta el culo de alcohol. Borracho como estás, entras en la iglesia donde una pareja se está casando. El novio es Guti. Toni Gutiérrez, vestido de chaqué. El malnacido que siempre te llamaba imbécil y cada dos por tres, sin venir a cuento, te zurraba en el instituto. El bravucón que te rajó una cazadora nueva. El cerdo que te birló Cien años de soledad y luego le prendió fuego en el patio. Ese hijo de perra al lado de una joven preciosa, de un verdadero ángel. Tú, desde la valentía que proporciona la embriaguez, gritas al cafre que deje en paz a esa muchacha, que no siga, que la hará una desgraciada. Y Gutiérrez que se acerca, agarrándote de las solapas te saca al exterior y, de sendos puñetazos, primero te desordena las tripas en recuerdo de los viejos tiempos y después parte tu boca como recompensa a esa imprudente audacia.

Te incorporas un poco y observas cómo, encabezados por la novia, desfilan ante ti numerosos invitados. Parece que la ceremonia se ha suspendido. Tu inconsciencia ha conseguido desenmascarar el auténtico perfil de Guti. Ya no podrá dañar a esa pobre chica, ya no arruinará su vida. Te sientes bien, muy bien, como un héroe destrozado, sin dientes y con resaca. Sentado en el suelo, desenfundas entonces el móvil y marcas un número. Entre sollozos le pides perdón a Lola, le dices que la quieres, que no puedes vivir sin ella y acabas suplicándole que te acompañe a un médico.


martes, 26 de noviembre de 2013

La apuesta




Ellos, siempre tan inmaduros, se lo tomaron como una simple apuesta. Yo estaba seguro de que se trataba de un inédito experimento sociológico. No hay huevos, me dijeron. Hay huevos de sobra, pero no os voy a dar el gustazo de hacerlo gratis. Si deseáis espectáculo tenéis que pagarlo y yo pongo el precio: trescientos euros; si queréis lo tomáis, si no, olvidaos. Los cinco se reunieron en un apartado corrillo y tras varios cuchicheos Jorge, el líder, se volvió hacia mí para comunicarme que aceptaban, pero que si no cumplía habría de apoquinar la pasta sin dilaciones. De acuerdo, pasado mañana es lunes, todo comenzará a las ocho y acabará a las cinco de la tarde del viernes. Sellamos el compromiso palmeando nuestras manos y nos despedimos hasta la semana siguiente.

Como cada día de clase, el lunes tomé el autobús que me llevaría al Instituto. El chófer primero me miró con aspecto incrédulo y luego no pudo reprimir un gesto despectivo, como queriendo expresar ¡vaya pedazo de tarado! Los pasajeros imitaron el mohín del conductor y noté que algún chico más joven me observaba con relativo temor.

En el cole los compis (incluidos los cinco perdedores) se descojonaban de mí por los pasillos, lo cual no dejaba de ser un riesgo calculado, asumido y controlado. Lo que no tenía demasiado claro era cómo reaccionarían los profesores. La de Filosofía se lo tomó con bastante ídem., aunque me mandó a la última fila, prohibiendo las miradas hacia atrás de los colegas. Pero a segunda hora teníamos al Foca, el sujeto que impartía Geografía e Historia y el primer día de clase nos flipó a todos preguntando, desde el abismo de su poblado bigote, dónde estaba Milwaukee, como si eso le importara una mierda a alguien. Como era previsible, el Foca se mostró inflexible y me llevó al despacho del Director. Éste intentó convencerme de mi inadecuado proceder, de que me dejase de absurdos juegos que solo contribuían a desestabilizar el ambiente del centro. Me prometió evitar represalias y no avisar a mis padres. Le contesté que no era un juego sino un trabajo de campo que iba a durar hasta el viernes y que estaba en mi derecho de vestir como me diera la real gana. El muy obtuso se cerró en banda, lo que me obligó a confirmarle repetidas veces que mi decisión era inapelable. Bien, chaval, pues tu investigación no se llevará a cabo en mi Instituto, estás expulsado por una semana, vuelve el lunes que viene e intenta no tocar más los cojones; pasa por Secretaría, en diez minutos te daremos un escrito para tus padres. Espero que te impongan un duro castigo. Deje en paz a mis padres, Director, ellos a diferencia de usted me conocen y saben cómo tratarme. Son personas modernas, comprensivas y liberales, no como ustedes, que parecen muertos vivientes enarbolando continuamente doctrinas y prejuicios trasnochados. Mira chico, lárgate antes de que me cabree más y te meta un paquete importante. ¡Adiós muy buenas!


Cuando llegué a casa, convencido de que aquellos tarugos no iban a soltar la mosca pero que tampoco se atreverían a reclamar ni un céntimo, me desprendí del disfraz de espermatozoide y puse a todo volumen a los Vampire Weekend.