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lunes, 5 de diciembre de 2016

En el centro comercial




Aquel desarrapadillo se sentó sobre mis rodillas y mientras el fotógrafo disparaba el flash, comentó con desparpajo:
—Hola. Me he portado bien. Estudio y hago los deberes, obedezco a mis papás y quiero mucho a mi hermanita Violeta.
—Muy bien, campeón, ¿cómo te llamas?
—Carlos Martínez. Calle Guerrillero Cabrera 13, puerta 5.
—¿Has entregado tu carta al paje?
—No, no he escrito ninguna carta; no necesito nada.
Esas palabras me sorprendieron. Dirigí entonces la vista hacia su madre, una mujer ojerosa que al cuidado de un viejo carrito de bebé y con un abrigo ajado que le venía demasiado grande, nos contemplaba sonriendo.
—¿Y eso? ¿Por qué no quieres nada, Carlos? Entonces, ¿para qué has venido?
—Soy pequeño, pero no soy tonto, Gaspar o como te llames. Sé que el día de Reyes tendré unos juguetes usados que mi padre sacará de cualquier sitio. Por eso solo quiero pedirte que a él le consigas una bicicleta. Anteayer se la robaron y la necesita para ir a trabajar. Júrame que lo harás. Sé que puedes aunque no seas ni rey, ni mago. Júramelo, anda. Tienes cara de buena persona, Gaspar o como te llames.


sábado, 13 de diciembre de 2014

Navidá en la penitenciaría



North Pole Penitentiary - Deborah (Canadá)  http://pretty-in-pixels.deviantart.com/



Hola gente. Me llamo Rafa, pero los colegas me dicen El Tabarra. El señor Mauro, que es el Director del talego, me ha pedío que haga una redación de cómo es la navidá aquí en chirona, que cuente mis esperiencias, que luego echarán esta carta por la radio del pueblo pa que los vecinos no nos miren tan malamente y comprendan que somos como los demás, aunque alguna vez en esta vida nos hayamos columpiao y la hayamos pifiao fastidiando a otras personas. Ahora, por nuestra mala cabeza, los fastidiaos somos nosotros y nuestras pobres familias.

La verdá es que yo no soy de mucho escribir, no sé esplicar bien las cosas y tengo muchas faltas de caligrafía aunque repaso en unas clases que nos dan. Me mola más leer. Aquí en el penal tenemos una biblioteca cutre, tós los libros son viejunos y usaos y a algunos les faltan hojas. Pero si rebuscas en los montones, a veces encuentras algo guay. Como por ejemplo el tocho que estoy leyendo ahora y que se llama El Conde de Montecristo, que no tiene que ver con los puros cubanos. Los palabros que no entiendo se los pregunto al Sanguijuela, que es un compañero listo al que trincaron en Zaragoza por unas estafas que hizo allá. Iba trajeao por las casas y decía que vendía encicopledias de esas. A los jubilatas les sacó una pasta gansa por unos libros que ni existían ni verían jamás. Además, pillaba los datos del banco y luego se compraba trastos y chismes en internet que pagaban los viejales. El Sanguijuela dice que está arrepentío, pero me da que al pavo lo han calao en la trena y por falsuni naide quiere negocios con él.

Bueno, pues eso, que el Director me ha camelao, diciendo que como tengo facilidá de palabra que les esplique a ustedes vosotros lo de las fiestas en la prisión. Lo que no sabe es que, aunque sea un bocas, aunque no pare de dar la brasa a Cristo viviente, que por eso me llaman Tabarra, me cuesta y me cansa mucho escribir. Además, al menda no le gusta pa darse el moco. Espero que no me haya vacilao y luego cumpla su palabra y me regale Las sombras del Greys, como me dijo.

A mí lo de la Navidá, la verdá, como que me da grima. Iba a soltar un taco, pero el señor Mauro me ha proibío escribir palabrotas. Yo no sé a los demás pero a mí me rayan tós esos anuncios en la caja tonta, con gachís rompedoras machacando con lotería, turrones, champán, perfumes, bugas y un mogollón de cosas que mucha gente nunca podremos comprar. Y ni te cuento las pelis americanas que echan en esta época, bueno mayormente casi siempre, en toas salen unas kelys de leyenda con dueños que son unos finolis del copón, van sobraos de y tienen familias maravillosas que después de comerse un pavo gigante se limpian con un confeti lo que ya te pués imaginar. A mí me joroba mucho que echen esas películas y que los hijos de los que somos unos desgraciaos se den cuenta de lo desgraciaos que somos.

Lo único que me gusta de la Navidá en el trullo, aparte claro de que algunos días se estiran un poco con el alpiste, es que montan actividades molonas que no se hacen en otra época del año.

Por ejemplo, en una sala grande enseñan y venden a los visitantes algunos trabajos que nos currelamos durante el año en los talleres: cosillas de pintura, ebanistería y cerámica. Con la guita que se recauda luego nos mercamos tabaco, revistas, cedés y otras chorradas.

También hay un partido de fútbol entre los barandas, o sea los funcionarios, y los reclusos, al que vienen nuestras parentelas. Siempre acabamos endiñándoles una paliza, quiero decir, que les metemos unos buenos sobos. El año pasao quedamos 10 a 2 y un vigilante canijo que se llama Fermín salió en ambulancia, porque al macarra del Kunfú se le fue la pinza y de una patada le crujió el peroné. Estuvo seis meses de baja y aún cojea. Yo metí dos golazos, uno de cabeza en plancha a centro del Pitufo y otro de falta directa por el ángulo. Ése lo celebré haciéndole un calvo al portero, que era el pringao de Núñez, cómo se mosqueó el tío, quería zurrarme, vaya bronca…

Luego, otro día, montan un concierto. Ese día dan también los trofeos de mus y dominó. Traen algún grupo chungo de la capital al que no conoce ni la madre que lo parió, pero lo pasamos bien porque  reparten birras y montaítos y armamos una buena bulla. La última vez hizo de telonero Manu El Vakaloka, un friki que toca la guitarra como Dios y compone raps contra la guerra, los mandamases y esta porquería de mundo.

Pero si hay algo que de verdá parte la pana, eso es la obra de teatro que presenta en Nochebuena una peña de compadres. El capo es Tomasín, un camellito valenciano que entiende mucho y estaba enrollao con el tema en las fiestas de su pueblo. El tío es un crack; lo flipa en serio y se ataca enseguida. Monta unos pollos guapos en los ensayos y se acuerda hasta de la abuela de los que se escaquean cuando hay partido en la tele. El día de la obra, que ya he dicho que es Nochebuena, toa la basca nos partimos la caja en el salón de actos, porque algunos van vestíos de chorbas y tienen una pinta que ni te cuento. Además, muchas veces olvidan lo que tienen que decir y Tomasín ha de soplarles desde el rincón. Creo que este año están preparando una que se llama El Alcalde de Zalamarra o algo parecío, pero dicen en versión tuneada o yo qué sé. Y hablando de alcaldes, de lo que tenemos tós unas ganas locas, locas, es que manden aquí ya de una vez a unos cuantos políticos porque, aunque muchos son unos malos bichos, seguro que tós son unos actores dabuten y con ellos el espectáculo saldría niquelao.

Bueno, pues , se acabó, se finí caprí, Feliz Navidá y Posprero Año Nuevo pa toa la tropa.

Rafa Sastre

domingo, 22 de diciembre de 2013

El misterioso impulso de la soledad (Cuento de Navidad)


Le couloir - Jèrôme Julien Gilbert  https://500px.com/Jrme-JulienGilbert


Solo. A miles de kilómetros de mis seres queridos, en una ciudad de millones de habitantes en la que apenas conocía a nadie. Pero soy de los que, si puede elegir, prefiere estar mal acompañado. Así es que, precisamente esa noche, decidí combatir el aburrimiento y la nostalgia. Miré por la ventana del diminuto apartamento y a través de la nieve llamaron mi atención las luces del hospital de enfrente. Me coloqué el abrigo, bajé y en el servicio de urgencias aseguré que sentía una aguda opresión en el pecho.

-Espere en la sala -me dijeron con gentileza tras tomar mis datos-, le llamarán.

La sala en cuestión estaba abarrotada. Tras observarlas con detenimiento, llegué a la conclusión de que la mayoría eran personas como yo, personas solitarias por una u otra razón y buena parte de ellas, también como yo, con aspecto de inmigrantes. Nadie aparentaba padecer alguna enfermedad o dolencia. Ni una tos. El silencio era compacto, se habría podido cortar con el vuelo del más insignificante de los mosquitos. Nos mirábamos mutuamente, tal vez evaluando la oportunidad de entablar una conversación aunque fuera corta e intrascendente, de intercambiar unas palabras de ánimo y amables deseos.

Eso es lo que pensaba en ese momento cuando, de repente, un hombre maduro con gorra y bigote situado tres lugares a mi derecha, se levantó de su asiento emplazándose en el centro geométrico de la sala.

-Buenas noches. Me llamo Bernard, tengo cincuenta años y estoy completamente sano. De hecho, mi doctor me felicitó por los resultados del chequeo al que me sometí hace dos meses. He venido porque no tengo a nadie. Y esta noche no quería pasarla recordando a mi mujer muerta y a los hijos que abandonaron el hogar para vivir sus propias vidas. Si alguien quiere ser mi amigo, aquí me tiene.

A continuación se alzó una mujer de treinta y tantos, morena y de rasgos norteafricanos, alta y linda, que hasta entonces había ocupado un lugar a la izquierda del hombre del bigote.

-Hola a todos, buenas noches. Gracias por romper el hielo, Bernard. Soy Amira, nací en Argelia. La semana pasada me dejó mi pareja. Después de seis años de relación tuve que tragarme el manoseado “No eres tú, soy yo”. Habría deseado poder fulminarle en el acto. Porque le quería. Pero al día siguiente amanecí contenta, liberada, feliz. Sin embargo, no tengo amigos ni familia en la ciudad. Pensé que podría conocer gente aquí y por eso he venido.

El orden de intervención inopinadamente establecido forzó de alguna manera que la joven rubia que tenía al lado se levantase. Eso significaba que yo debería ser el siguiente.

-Buenas noches. Daniela, veinticinco años. Tampoco soy de aquí. Huí de mi casa y mi país hace ocho meses. No soportaba a mi madre, borracha cada día a consecuencia del trauma que le ocasionaron los maltratos de mi padre, que está en la cárcel. No quería pasar sola esta noche y un inexplicable impulso me atrajo hasta el hospital.

Comprendí entonces que a todos nos había asaltado ese misterioso impulso que señalaba Daniela y que consiguió reunirnos allí de forma aleatoria.

Era mi turno y tenía un nudo en la garganta. Me erguí y caminé hacia los compañeros que ya se habían presentado, situándome ante ellos. En aquel instante solo acerté a decirles, de la forma más afectuosa posible, “Gracias”. Me fundí con los tres en un emocionado abrazo, cuando unas violentas descargas eléctricas sacudieron mi corazón.

Abrí en ese instante los ojos y advertí cómo un hombre maduro y con bigote apartaba de mi pecho los electrodos de un desfibrilador. A su lado había dos mujeres. Todos ellos con la usual vestimenta sanitaria, en una estancia muy iluminada.

-Bienvenido de nuevo al mundo, chico -espetó Bernard o el hombre que era un calco del Bernard que yo conocía.

-Has estado clínicamente muerto durante tres minutos, cariño -me susurró con dulzura el clon de Amira.

Finalmente la chica más joven, a la que identifiqué como Daniela, comentó sonriendo:

-Ha sido una suerte que decidieras acercarte al hospital al primer síntoma. Y más, siendo Nochebuena. ¡Feliz Navidad!


lunes, 16 de diciembre de 2013

Negra Navidad




Desde mi ventana observo cómo nieva en el centro de la ciudad, cómo se cubren de copos las aceras. Provenientes de unos grandes almacenes, fluyen hasta mis tímpanos esas pastosas y cansinas melodías americanas.

Es de noche y tengo frío.

Distingo el continuo transitar de personas cargadas con regalos bien ocultos en paquetes y bolsas. Las luces decorativas se proyectan en los coches que desfilan sobre el húmedo asfalto y con su parpadeo iluminan intermitentemente mi oscura habitación.

Es de noche y siento hambre.

Sin proponérmelo, me asalta el nítido recuerdo de las Nochebuenas de mi niñez. Aquellas copiosas cenas junto a la familia, que rematábamos interpretando villancicos de letras fáciles aunque absurdas, mientras aporreábamos unas resignadas panderetas.

Es de noche y me encuentro solo.

Desde que te fuiste, ya no existe nada que merezca celebrar. Ni siquiera que esta mañana en el hospital me hayan asegurado que el tumor es benigno. De buena gana hubiera golpeado al médico que me informó, sonriendo, que se aplazará nuestro reencuentro.

Es de noche y estoy llorando.


sábado, 14 de diciembre de 2013

El día que Santa Claus dijo basta




Para finalizar, el viejo pegó un puñetazo sobre la mesa, se alzó del sillón, profirió un ensordecedor gruñido, mesó repetidamente sus barbas y con expresión colérica atisbó a su alrededor. La legión de fieles elfos, acobardada, se mantenía en completo silencio atenta a cualquier cosa que su patrón pudiera decir u ordenar a continuación.

-¡Estoy más que harto! -repitió el gordinflón, dando también una enérgica patada contra el suelo- ¡Este año no habrá ningún regalo para esos egoístas que pueblan el hemisferio norte!

Inclinó la cabeza y manteniéndola gacha fue alzando la vista para observar a sus subordinados que, estupefactos, cruzaban entre sí miradas desconfiadas; era obvio que aquellos minúsculos seres no habían comprendido ni una sola palabra de su discurso. Nunca antes le habían parecido tan humanos.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Bye, bye, Christmas




La nave interestelar proveniente de la estrella FµLα en la Galaxia Andrómeda, que sobrevolaba en misión de reconocimiento la troposfera terrestre, captó a seis mil quinientos kilómetros de distancia el movimiento de un objeto volador no identificado, propulsado por una desconocida energía cinética. Después de emitir un aviso sonoro en un espectro de frecuencias de alta gama, que no fue contestado, los FµLαnos siguieron el protocolo de seguridad y lanzaron un proyectil gaseoso de advertencia. A pesar de todo, el irreconocible objeto mantuvo su velocidad de desplazamiento y la irregular trayectoria, caracterizada por una secuencia continua de desacompasadas cabriolas.

El comandante de la embarcación sideral, tras leer un mensaje cifrado con código púrpura que le envió por el intertelemax digital el responsable de transmisiones, y cumpliendo con las convenciones de emergencia dictadas por las autoridades FµLαnas, ordenó el urgente disparo de un misil flamígero de cloro-fluorocarbono enriquecido. Por los radares tridimensionales de resolución megapixelar, observó satisfecho cómo -en cuestión de segundos- el torpedo destruía aquel lejano y extraño móvil.

Inmediatamente después, el comandante en jefe convocó a los oficiales en la sala de mando para hacerles partícipes de que, respondiendo a una provocación, se acababa de iniciar el proceso de conquista y colonización de la Tierra. Informó que, a través del transpondedor nuclear, el técnico de comunicaciones polarizadas había escuchado con perfecta claridad, proveniente de la nave derribada, la más grave amenaza de ataque: el temido “Ho-Ho-Ho”, que en su estrella equivalía a una categórica declaración de guerra.



sábado, 6 de abril de 2013

Siete de enero




¡Huy, que raro! Tengo la sensación de estar regurgitando unos villancicos. ¡Y ahora un puñado de anuncios de colonia! Vaya malestar, las náuseas me están provocando unas terribles arcadas. Me acerco al baño y abro el inodoro. Mi alma comienza a expeler un pequeño abeto artificial con sus bolas y guirnaldas de colores, un montón de felicitaciones en las que se incluyen personas que apenas conozco, unos niños trajeados torturando mis tímpanos con su interminable cantinela de números a los que no he apostado, el circo de mi ciudad con su carpa, troupe y bestias adiestradas, los leds decorativos y alfombras rojas de decenas de calles y comercios, un pesebre completo con su asno y su buey, el discurso vacuo e inoportuno de un asesino de elefantes, una exagerada cena con la familia, todos los turrones, mazapanes y polvorones que casualmente caducan el próximo mes de Octubre, un gordinflón de barba blanca que vestido con un ridículo traje encarnado fue importado de otras latitudes por puros intereses económicos, los amables pero falsos deseos de famosos y famosillos desde la caja tonta, varios brindis como celebración absurda de un simple cambio de fechas, la insufrible programación televisiva del nuevo día, más comilonas con la familia, tres tipos disfrazados a lomos de otros tantos camellos y tal vez lo peor: la eufórica y disparatada ansia de comprar y regalar objetos, futura basura, algunos de los cuales tal vez no interesen a nadie...

       Creo que por fin he terminado. Acabo de vomitar la Navidad y me queda el regusto amargo de la desesperanza, de la cruda realidad en la que seguiremos luchando por sobrevivir a estos ineptos gobernantes y a sus políticas antipersona. De momento y por si las moscas, me voy a las Rebajas. Ojalá no pille otro empacho.